L’Asilo
+ ¿Por qué trabajáis con la comunidad?
Margarita d’Andrea .- Soy abogada/jurista, trato la ley en todas sus formas, desde las leyes de inmigración a los derechos de autor y una experiencia con una comunidad tan multifacética como la de L’Asilo me da la oportunidad de experimentar de primera mano lo que estudio con enfoques interpretativos completamente nuevos, gracias al contacto con personas de todos los ámbitos, artistas, músicos, personas con diferentes habilidades y diferentes ideas. Esto me da la oportunidad de involucrarme tanto como abogada y como persona y esto se traduce en un enorme crecimiento profesional. El concepto de colaboración entre las artes y las diferentes profesiones en mi opinión es el futuro, para la organización social, en su propio complejo.
Giuseppe Micciarelli .- Digamos que la comunidad no se puede prescindir, y lo más difícil es saber de qué comunidad estamos hablando, ¿cuál es la comunidad de referencia que puede utilizar un espacio?, ¿quiénes son los trabajadores del arte de la música y del entretenimiento como es el caso de L’Asilo? ¿Qué se entiende por comunidad? Que una sola comunidad hecha por diferentes individuos pueda tomar decisiones de forma conjunta en una esfera común es exactamente el problema de la democracia. Como estas son las cosas que estudio como filósofo de la política y de la ley, me fascina verlas manifestarse a los ojos de la práctica concreta y de las dificultades cotidianas de la unión entre diferentes; se ven todos los problemas de un conjunto político. El segundo aspecto es la fecundidad de una reunión; así es que cuando filósofos y abogados se encuentran con artistas de diversos tipos (cine, teatro) en realidad tienen la oportunidad de tratar un conjunto de conocimientos que normalmente no se cruzan, o no de esta forma tan clara. Las únicas personas que tienen la capacidad de beneficiarse de este tipo de intersecciones transversales de diferentes temas son las que en la “share economy” son cada vez más grandes, que imaginan obtener de esta “inter-dependencia” un valor social y político, sin la ganancia económica de las personas como objetivo. La reunión que tuve con gente diferente a mi campo para desarrollar temas de razonamiento que estoy trabajando, como los bienes comunes o la crisis de la democracia, es un valor que probablemente con dificultad otros filósofos y otros juristas encuentran en sus investigaciones.
+ ¿Comunicación con la comunidad: cómo la manejáis?
M.- La comunicación puede ser de varios tipos dependiendo de lo que se necesita comunicar. Si es una comunicación acerca de un evento (alguien necesita un espacio en el Asilo) se hace una comunicación para promover el propio evento. Además, hay una especie de comunicación política que acompaña a la exposición de eventos culturales; en cada evento, cada experiencia, aunque nazca de la necesidad de un solo individuo de comunicarse, tenemos la intención de convertirlo en una práctica colectiva en la se pueda iniciar un tipo de argumento político, porque la cultura es política. No es simplemente la comunicación a través de Facebook del evento, le da más responsabilidad porque va más allá; es construir una red entre las subjetividades, de manera que se experimente la perspectiva del intercambio y la colaboración, y no de la división o la competición.
G.- El problema de la comunicación es el objetivo. L’Asilo es un experimento político: se trata de un caso de estudio teórico, pero tiene el objetivo político de ver cómo una democracia puede funcionar de manera diferente a los rituales sedimentados y ya vacíos de energías políticas. Uno de los elementos que tratamos siempre de comunicar en todas nuestras experiencias en Nápoles es que estos espacios son liberados y quien quiere usarlos sólo tiene el deber de compartir unos principios que son el antifascismo y la lucha contra el sexismo, explicados en una declaración de uso que escribimos. El compromiso adquirido no es sólo es para organizar cosas para sí mismos, sino también dar echar mano a los demás. Comunicar este principio a las personas es una cosa muy difícil, porque estamos acostumbrados a usar espacios públicos como si fueran hoteles; entramos, los utilizamos y salimos. Por esta razón, muchos lugares de nuestro patrimonio cultural están faltos de cuidados, y a menudo nos quejamos de que edificios arquitectónicos o históricos siempre estén a la espera de que el poder público o el privado los cuiden (además a menudo los intereses privados chocan con los públicos). Nuestra idea es poner en funcionamiento un mecanismo de cuidado colectivo. Desde el punto de vista de la comunicación, una de las herramientas que más utilizamos es la de la “comunicación relacional”, ya que en los espacios de L’Asilo están siempre abiertos para el ensayo libre y eso es una oportunidad para reunirse. Vivimos en una sociedad en la que los puntos de encuentro se multiplican por muchas redes sociales, pero estos espacios casi no cumplen diferentes temas desde un punto de vista cultural y de trabajo. En general todo el sistema de ”profiling” (acumulación de información), no sólo en las redes sociales sino también en otros medios sociales intermedios que se están formando, están trabajando en la agregación de los homogéneos. Esto supone el riesgo de construir un archipiélago de individuos que radicaliza sus propias actividades y a veces incluso su propio pensamiento, sin entrar en contacto con las radicalizaciones y los problemas de los demás. En este sentido, la comunicación racional, que es la base de la utilización de un espacio compartido, es un elemento que falta en esta sociedad. Y estos espacios sociales pueden de alguna manera dar una respuesta.
+ ¿Etapas de estos tipos de proyecto?
M.- Las fases históricas tienden a dividirse en dos macrofases generales:
La primera es la del conflicto; a través de la ocupación del espacio de un foro mundial de las culturas en marzo de 2012, una estructura sin éxito porque estaba aislada del contexto urbano. Éste promocionaba actividades sin que hubiese una conexión con la ciudad o con las necesidades de los artistas del territorio, lo que lógicamente creó una distancia con el público puesto que no se puso a disposición de la comunidad, que vivía en un lugar donde había un lugar maravilloso del que no podía disfrutar por inaccesible. Entonces el primer acto fue uno de guerra; la ocupación, que en principio tenía que ser un símbolo y que durar durante sólo tres días. Pero se desarrolló con el tiempo y la cantidad de demandas artísticas y políticas que hemos recibido nos ha inducido a continuar. Me parece interesante que en ese momento yo no estaba allí, como yo muchas personas se unieron después, porque el deseo político es de dar la bienvenida, de hacer posible el encuentro entre diferentes personas. Yo entré en la segunda fase, y la primera sólo me la contaron, pero yo, como todos los que ahora son parte de la comunidad, la aman y la viven todos los días.
La segunda fase tuvo muchas otras personas protagonistas; el reconocimiento legal. Un reconocimiento que se inició a partir de la idea de que la ley no sea un lugar de interpretación literal y que a través del derecho se puede innovar la forma en que vivimos ahora en sociedad. Hemos reinterpretado, desde una perspectiva social y contemporánea, el instituto jurídico del uso cívico y colectivo urbano y gracias a aquel sustrato jurídico hicimos una regulación de uso público cívico y urbano, una declaración en la que escribimos nuestras prácticas, que hemos tratado de simplificar, y nuestros principios. Esto ha resultado en la cristalización de una serie de prácticas que ya se iniciaron, y que fueron esencialmente las de la subdivisión de la reunión de la dirección. Así que todos los lunes nos encontramos y damos la bienvenida a proyectos externos, o discutimos las líneas políticas y la gestión del espacio, hacemos mesas de reuniones con las personas que conforman las actividades artísticas y culturales relacionadas; y después se procesan en las mesas de trabajo, conformadas para que haya nuevos encuentros entre campos artísticos, gracias a la puesta en común colectiva de las necesidades que cada proyecto puede tener. Es justamente el lugar de encuentro de ideas y proyectos. […]
Ahora tenemos una nueva etapa, porque el reconocimiento por el cual hemos luchado a través de una serie de demandas (la primera de 2012 y la ultima el 28 de diciembre de 2015), se aprobó con una resolución que fue emitida con nuestra declaración de uso urbano cívico y colectivo adjunta. Así se reconoció el valor legal de todo el sistema de regulación que habíamos trabajado en una mesa de trabajo abierta y participada. Esta fase se ha completado y nos abre a la necesidad de abordar nuevos retos, como el de una gestión del espacio compartido que tiene en cuenta el precariado cognitivo. Este es un tema que estamos preguntándonos, un reto que esperamos recibir en un futuro próximo; la idea de asignar estos intervalos a la puesta en común de este espacio con sujetos en crisis económica, que antes se consideraban ricos y ahora tienen serias dificultades. Estamos en un momento de re-elaboración de nuestra manera de hacer arte y cultura.
G.- ¿Qué hay detrás de todo lo que dijo Margherita?
Es perfectamente cierto que hay varias etapas, la primera es el conflicto, la que pasa con cualquier movimiento que busca dar una respuesta colectiva a necesitar una pluralidad de individuos. Y un momento típico de cualquier “claiming” político. Después de la fase del conflicto, está la de reclamar los derechos de los espacios democráticos. ¿Y dónde caen tales solicitudes? ¿Dónde son aceptadas? El problema es que a menudo los sitios en los que recaen son lugares ya incapaces de convertir de forma estable las solicitudes del sistema en algo permanente, porque vivimos en una transformación institucional operada por procesos de gobierno, que está construyendo un plan en el que los actores sociales fuertes son los salvajes poderes privados (como los llama Luigi Ferrajoli),las entidades que hacen actividades de “lobbing”, a menudo llamados como si fuesen herramientas del mal, que pero en realidad no lo son. Realmente son sujetos privados en condiciones especiales, que tienen un peso en razón del actual derrocamiento de las relaciones políticas y económicas gestionadas por la “gubernamentalización” del estado. En este contexto, la idea de convertirse en una institución es un elemento que puede cambiar el escenario porque no sólo pide al público para proporcionarle las necesidades, sino que, consciente de que el estado, la soberanía y el sistema de decisiones políticas y responsabilidades se encuentran en crisis, acepta el reto y por tanto ayuda a construir estos otros lugares de una manera pública y política. La democracia nació con la idea de autogobierno, se creó con la idea de que aquellos que obedecen a las leyes en realidad no hacen nada más que obedecerse a sí mismos, y siempre había una tensión hacia la verdadera democracia, la verdadera decisión de todo. Todo esto, por supuesto, en la complejidad de la organización de las sociedades contemporáneas es difícil. No podemos unirnos en una placa y hacer la “Boule” griega. Hay una pluralización de los espacios. Quizás otra decisión posible es no usar la ley como defensa estratégica para crear una asociación y obtener una concesión de un espacio, sino buscar un camino diferente del que hemos conseguido. Pensar en esto significa pensar en la revolución, en el sentido real del término, en el sentido de un cambio radical en la forma con la que se toman las decisiones sobre las esferas comunes. Y hacerlo a partir de la práctica, cuestionando la acción; la acción de conflicto bajo una perspectiva de transformación radical, sin imaginar un «Hiperuranio” (una ciudad del sol sobre la que nos imaginamos un sistema de instituciones que sea “el mejor gobierno posible”), sino dirigir una acción diariamente, que sea una acción hecha por muchos micro-conflictos, muchas áreas de trabajo y muchas zonas, que atraviese los sectores sociales, que se entrecruce con las necesidades de los barrios. Todo esto para hacer frente a la construcción también de nuevos impactos; no se debe recurrir únicamente a las instituciones existentes, sino que sea capaz de inventar nuevas, ya que es un hecho que las instituciones existentes en el sistema contemporáneo están cansadas y ya no son capaces de dar respuestas. Ahora es el momento en el que incluso los ciudadanos que no son parte de filas de las grandes potencias comienzan a replantearse el sistema institucional, en un momento en el que el cambio de pensamiento es exactamente el objeto y el objetivo de tantos otros. Porque cuando hablamos de “ceta”, el “TDEP”, el Libro blanco sobre la gobernación de la Unión Europea, en realidad hay personas en el mundo que están considerando cómo rediseñar la decisión en la escala local y global. Este replanteamiento descarta definitivamente los primeros bloques de construcción de la vía democrática, o sea, la idea de liberarse de la decisión de la oligarquía para hacer que la esfera de la decisión sea lo más amplia y transparente posible. Estamos cayendo de nuevo en un circuito de retroalimentación del oscurantismo y el intento de estas prácticas es abrir laboratorios con otras formas de decisiones.
+ ¿Cuáles son los roles en estos procesos?
M.- No hay funciones específicas en una comunidad de auto-gobierno: es una comunidad en la que el propio concepto de función entendido como una responsabilidad y coordinación de un sector, no existe. No hay una dirección de arte, por ejemplo, y esta es una elección muy precisa porque sirve para toda la variedad de ideas que atraviesan el espacio y para dar la posibilidad a los que, por ejemplo, hacen una residencia temporal en el espacio, de acoger los pensamientos y las percepciones que caracterizan las actividades artísticas con el tiempo necesario para que esto suceda, porque no hay una caracterización económica. Lo contrario de lo que muchas veces pasa en los teatros o entre los músicos, a los que se requiere la producción en un tiempo en un lugar y en un modo particular para asegurar el lado económico, de modo que todo sucede y se hace con prisa.
El nuestro tiempo se difiere de manera voluntaria: no existe ningún tipo de imposición de este tipo. Hay una división en mesas de trabajo; existe una subdivisión de habilidades dependiendo de las pasiones individuales de los que participan; y está la mesa del autogobierno, que, por supuesto no contiene sólo juristas, sino también están involucradas las personas que están interesadas en el camino legal y político del espacio, al igual que en la mesa de las artes o de la escena no solamente hay bailarines y actores, sino también muchas personas simplemente interesadas.
Creo que esta idea del rol es la que rechazamos. Pero, por otro lado, hay una necesidad de organizar los espacios logísticamente, la ausencia de un rol o de responsabilidades específicas de un único individuo no implica que no exista una organización logística y que no haya responsabilidades individuales que se intercambian entre las personas que viven el espacio diariamente […].
G.- Hay que colocar el elemento de rol en su funcionalidad.
La organización es fundamental para ejecutar cualquier proceso de este tipo, y en este sentido hay roles desde el punto de vista organizativo. Pero como no hay roles de dirección en L’Asilo, hay que clarificar ese punto.
Desde mi punto de vista, siempre hay un elemento de heterodirección, incluso en los lugares que intentan liberarse del tormento de la heteronomía, porque se decide todos juntos y hay un autogobierno. Entonces el objetivo de no definir estrechamente las funciones de gestión no es porque, de manera ingenua, creamos que podemos borrar la realidad desagradable del poder; sino porque en realidad hacer estos elementos fluidos y revisables, da una mejor respuesta en comparación con la tradición moderna de asignar funciones. […]
En el sistema de mesas neoinstitucionalizado, por ejemplo, no hay que decidir sobre un determinado sector, sino una pluralización de las decisiones en muchas áreas, y esto hace que sea más fácil que haya diferentes personas con diferentes habilidades, y que estas cambien sus roles en un proceso y diálogo continuos. En este contexto el control sobre las competencias se hace diariamente y esto permite un proceso permanente de “hacer común”. También permite la aparición de figuras nuevas, hecho que no sería posible si los roles fuesen fijos. No es un elemento naif, sino un antídoto para un proceso de degeneración patológica que en realidad es inmanente a la formación misma de los procesos colectivos
+ La sostenibilidad social
M.- La idea es que lo propio para garantizar un “welfare” interno es ser capaces de permitir el acceso a los cursos con grandes maestros cortando los costos, que vienen asumidos por los participantes que pueden y en parte también por L’Asilo. Esta es una cosa muy importante porque es propiamente lo contrario de lo que hace el gobierno en este contexto.
En cuanto a la sostenibilidad social, L’Asilo tiene una manera de entender la relación humana diferente de la que históricamente hubo dentro de los espacios sociales, por la cual los colectivos seguían un camino de identidad política y dictaban una línea mucho más sencilla, una estructura mucho más simple, porque se basaba en similitudes; ideas similares y personas que entran en estos contextos porque se reconocen en los mismos desde un punto de vista político.
L’Asilo, en lugar de eso, favorece que se comuniquen entre sí las personas que tienen una identidad cultural y política muy diferente. […] Una generación mucho más variada.
G.- El objetivo de trabajar en el derecho público de la regulación del uso cívico y urbano es un intento de no pensar en los individuos como autónomos capaces en favor sólo de una auto-sostenibilidad económica, por una razón muy simple: L’Asilo es un patrimonio histórico de la Unesco, ha sido restaurado con 7 millones €. Necesita atenciones, competencias, al igual que muchos otros espacios que están involucrados en este proceso, que fueron liberados y hechos accesibles gracias al compromiso y al sacrificio; porque entrar en un sitio abandonado expone política y legalmente. Existe el riesgo de que el peso la apertura del edificio caiga de una forma económica sobre los ciudadanos, por esta razón queríamos la concesión del edificio: no sólo para nuestra idea de imaginar un nuevo proceso institucional potencialmente abierto a todos los ciudadanos, sino también para no asumir los gastos del mantenimiento por una única persona jurídica. Es una forma indirecta de des-responsabilizar al público, porque se correría el riesgo de ser otro tipo de privatización. Por esta razón con el reglamento de uso cívico del colectivo urbano hemos mantenido a la ciudadanía como propietaria del espacio. Nos imaginamos la propiedad por una parte y el uso común y colectivo por el otro, lo que permite pensar también en una perspectiva diferente sobre lo económico.
Muchos de los talleres de arte que tenemos en L’Asilo se llevan a cabo por maestros en sus campos del arte, y aquí nosotros actuamos en otra fase: la calidad. Porque lamentablemente la calidad es un elemento de discriminación de clase: aquellos que pueden permitirse un curso con un gran maestro pueden desarrollarse mientras aquellos que tienen la posibilidad de acceder a una oferta cultural básica… Es el tipo de distinción con la que también nos dividen en la escuela pública y en la profesionalización de los cursos de estudio. […] Nosotros queremos asegurar servicios de alta calidad cultural desde un punto de vista artístico, por ejemplo, el gran actor que llega al taller de teatro o el maestro de baile de butō que viene al seminario. Queremos entrar en el mecanismo clásico por el cual económicamente estos cursos son de un círculo estrecho.
+ ¿Cómo hacer una evaluación?
G.- Uno de los elementos más importantes de L’Asilo, que ha servido para otros espacios, es el hecho de adjuntar al acto administrativo un calendario de las iniciativas realizadas.
Esta idea nació del diálogo con la administración, que ha servido para demostrar la viabilidad económica del proceso con respecto a la ésta, ya que separar, como hemos hecho nosotros, la propiedad de las decisiones sobre el uso del espacio, significa dar cargas también a la administración pública. Por ejemplo, la carga de poner guardias para abrir y cerrar el espacio, de la ejecución de un ascensor, de pagar las facturas de electricidad. Estas cargas son las que normalmente asume el público por la gestión por ejemplo de una plaza. Creímos que debían hacerse cargo de esto tipo de cosas también por los espacios que tienen vocaciones sociales, sin fines de lucro. Por cierto, también hay un problema de costos, ya que la ciudad de Nápoles tiene un municipio casi en degradación económica; por ello una de las estrategias que hemos adoptado es la rentabilidad cívica: contamos la cantidad de iniciativas y reuniones que tuvieron lugar a beneficio no solo del mismo colectivo, sino para toda la ciudad. […] Esto genera una especie de laboratorio para la autogestión de una comunidad horizontal.
Desde otro punto de vista, si este mismo proceso lo hubiera hecho el ayuntamiento, asumiendo la carga de la gestión económica, ¿cuánto habría costado? Los contadores del municipio han calculado que los costos serian de € 1.200.000 por año, para hacer todo lo que la comunidad ha hecho basándose en el principio de la cooperación y del mutualismo. Esto también nos asegura que sea sostenible desde el punto de vista del coste, porque es una verificación externa.
+ ¿Retos y dinero?
M.- No tenemos una forma de auto-renta. Lo que hacemos, lo hacemos en primer lugar como militantes y porque creemos en un proceso que pueda desarrollar una capacidad y una sostenibilidad económica y que también permita en un futuro crear formas de rentabilidad cívica, en lugar de la renta verdadera y propia.
Lo que hemos llamado becas y todo lo que tiene que ver con los talleres, permiten incluso a los que los organizan recibir un reembolso; es un primer paso. Todo lo que L’Asilo obtiene desde el punto de vista económico es a través de las formas de donación. Hay contribuciones no vinculantes que se dan para el espacio, pero que sirven para proporcionar una forma de auto-financiación para los que organizan las actividades o que tienen funciones logísticas y también para equipar el espacio de los medios de producción que luego vienen compartidos. Es precisamente un circuito económico, en el sentido de que estos mismos medios de producción están disponibles para aquellos que no pueden permitirse el lujo de tener talleres y que a menudo vienen al Asilo, incluso para reducir los costos de producción a los que tendrían que hacer frente.
Los retos están vinculados a esta tercera fase, está claro que una vez obtenido el reconocimiento legal de una nueva manera de gestionar y organizar la ciudad, dotando a los particulares de una forma de auto-gobierno (no sólo siendo usuarios del espacio), los nuevos retos serán todos para asegurar esta puesta en común de medios de producción, también abriendo el concepto de producción, […] que nos permita vernos no como competidores, sino que nos ofrezca un crecimiento colectivo que nos dé también la oportunidad de ser libres y elegir nuestros caminos individuales, a través de la creación de contextos culturales que hagan sitio a los deseos individuales de crecimiento profesional e individual.
G.- Justo por lo ser una comunidad heterogénea, tenemos muchos desafíos: para algunos el desafío es reducir los costos de producción para utilizar el espacio de forma gratuita, y para otros el reto es construir una comunidad horizontal capaz de tomar decisiones de forma no jerárquica.
Comparto todos estos desafíos que radican en necesidades y deseos absolutamente aceptables, y añado la posibilidad de construir otra forma de uso y cuidado de los espacios públicos, por un lado, con el fin de replantear las categorías de las que estamos hablando (la democracia, la autonomía, la soberanía). Esto significa realmente crear una incubadora de otra forma de decisión política, que es algo que, en la historia, siempre ha ido en contra de los deseos de los partidos políticos; un laboratorio en el que no es posible imaginar una forma de buen gobierno, calmo y tranquilo, sino más bien una forma política en la que las decisiones sean un continuo conflicto, una conflictividad contenida en un recipiente institucional diferente, que ya funciona en L’Asilo y que un día puede funcionar para muchas otras situaciones. El problema es que, antes de hacer vuelos de fantasía e imaginar nuevas formas de gobierno, tenemos que hacer un lento camino, que podría tardar unas décadas, para educar a la gente y a nosotros mismos en una forma de decisión y de atención colectiva a la que no estamos acostumbrados. Todo en el mundo nos dice exactamente lo contrario: “pensar en ti mismo, decidir rápido y para ti mismo”. En cambio, buscamos empezar la construcción de laboratorios en los que se opera en conjunto y no tan rápido, con parámetros y principios diferentes. Cuando este ensayo también tenga un canal jurídico, puede llevar a un elemento de reproducibilidad de ese sistema; o sea, a la oportunidad de evitar que estos espacios sociales deban estar a la defensiva, sino que puedan, dentro de este nuevo marco legal, tener la oportunidad de pensar en el futuro.
Todo esto significa que se está tratando de difundir otra forma, en la que esta manera de decidir no sólo se agite en los desfiles que hacemos en las manifestaciones, sino que también se practique […]. L’Asilo no tiene la solución, L’Asilo está tratando con otros espacios aquí en Nápoles para construir una red llamada “Massa crítica”, que pueda hacer frente al desafío de la época contemporánea.
Podría ser interesante si esta red no imaginase formas de auto-financiación de las que se utilizan a menudo como la cerveza o los conciertos… eso está muy bien en una etapa inicial, pero supongo que hay muchos profesionales que a menudo vienen mortificados, al igual que los inmigrantes que vienen aquí y son despojados de todo su profesionalismo. Aquí no llegamos a este nivel trágico, pero a menudo cuando se participa en estos espacios, hay muchos profesionales como abogados, filósofos, obreros… Y lo que me imagino es que regir estos lugares tenga un peso que pueda ayudar incluso en el trabajo, por ejemplo, que los que hacen la comunicación para L’Asilo tuvieran la oportunidad de ponerlo en su currículum. Imagino las posibilidades si todos estos tuvieran que obtener fondos no sólo para ellos sino también para el espacio. […]
El elemento de profunda distinción, en lugar del enamoramiento de las start-ups que todo el mundo tiene en la “share economy”, es que, una vez iniciada o usada esta inteligencia colectiva, cuando tú llegas, hay que restituirla. Eso nos dará la capacidad de mejorar nuestras capacitaciones y nuestro prestigio en los diversos campos profesionales. Esto nos sirve como nuestro mayor desafío, o sea “competir” con las clases dominantes oligárquicas, cuya profesionalización llega de las mejores escuelas internacionales de todo el mundo. En contra de eso, nosotros no podemos hacer nada porque para ingresar en esas escuelas se necesitan decenas de millones de euros.
Así que, aquí tenemos otras escuelas de profesionalización: los colectivos y los movimientos. Trabajar por esto significa, para mí, lanzar un desafío a los “poderes salvajes” en su mismo campo, sin perder de vista de dónde venimos y dónde tenemos que seguir estando.